El papa Francisco nos propone en la encíclica Fratelli tutti (c. II, nn. 56-86) una vibrante y provocadora reflexión sobre la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37). Su lectura es suficiente material para un retiro. Jesús identifica la misericordia compasiva y solidaria con el verdadero amor y, por tanto, con el único modo de relacionarnos con el Dios que nos sale al encuentro en el otro, el extraño, el caminante malherido. El Papa se detiene en los personajes para que cada uno analicemos con cual nos identificamos. Pero, sobre todo, con un tono ilusionante al tiempo que comprometedor, nos anima a que, de manera personal y en comunidad, seamos esa respuesta que Dios quiere dar al sufrimiento de sus hijos más vulnerables, y con ella, también a nuestros corazones paralizados por el egoísmo o la indiferencia. A esta parábola podemos acercarnos desde tres claves previas que serían como las actitudes para actualizar en nuestras vidas y en la Iglesia una postura samaritana.
