Levántate, toma al niño y a su madre

Levántate, toma al niño y a su madre

Son muchas las señales de que habitamos tierras inhóspitas. Nos llegan tristes noticias de personas que están o se sienten solas, y más duro aún, que mueren solas sin que nadie les eche de menos. En estas tierras quiso el Señor acampar entre nosotros y sigue gritando su palabra de esperanza.

 

Levantarse y salir. El texto evangélico (Mt 2,13-23) de Mateo lo conocemos como la huida a Egipto, pero más que una huida es un éxodo, el camino de fe de tres personas pobres y amenazadas que se ven forzadas a dejar su tierra y convertirse en emigrantes. Levantarse y andar, levantarse y salir, verbos que describen la actitud de quiénes nos sentimos Iglesia en salida, de quiénes no nos conformamos con el siempre igual y las cosas son como son. Son actos de fe que nos arrancan del pesimismo y la tristeza para llevarnos al encuentro de los demás, aunque antes tengamos que atravesar los desiertos de la indiferencia y el desencanto.

 

Tomar al niño y cuidar la vida. No es huida más bien es un rescate. Deberíamos responder ante la alarma social del drama de tantos hermanos nuestros, débiles y frágiles como un niño, que no reciben de nadie consideración y estima. Pues, aunque avancemos en derechos y normativas, siempre será necesario el amor que hemos de mostrar y entregar. Cuidar la vida es acompañarla, escucharla, respetarla y sobre todo es amarla. Imaginar la ternura de estos tres emigrantes, exiliados y extranjeros, Jesús, María y José… es imaginar el proyecto de amor de Dios con nosotros que aún está a medio hacer.

 

Tomar a su madre y encontrarse con todos sus hijos, nuestros hermanos. No es abandonar la casa, es construir el hogar. La figura de María como Madre de todos es la mejor de las imágenes de la promesa de Dios. En ella, mujer en apuros y sin papeles, vemos a tantas personas ninguneadas en nuestras sociedades del bienestar y en tantos territorios olvidados donde se vulneran los derechos humanos. María camina deprisa, lo hizo antes y después del parto. En sus brazos no solo lleva al Mesías, nos lleva a todos. Y nos canta la nana infantil para hacernos caer en la cuenta de que en realidad somos todos hijos, somos todos hermanos, todos tenemos necesidad.

 

Navidad es tiempo de levantarse y salir al encuentro del hermano. No serán simples saludos formales las felicitaciones, no serán imperadas las comidas o cenas, no serán tristes las visitas. Vive ya la buena noticia entre nosotros y no podemos silenciarla, al contrario, hemos de contagiarla como la mejor de nuestras sonrisas. Feliz Navidad.                            

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