Con la llegada del otoño comenzamos un nuevo curso. Lo hacemos marcados desde marzo por el drama mundial de la pandemia. Somos conscientes de nuestra vulnerabilidad dentro de un mundo sufriente. Percibimos muchos síntomas de malestar en el estado anímico de las personas. El miedo a veces se convierte en violencia y rechazo a los más débiles de la sociedad. Como FRATER conocemos bien el mundo del dolor y el aislamiento social del estigma de la discapacidad. En este sentido hemos de aportar nuestra experiencia y alzar la voz de la denuncia profética cuando llegue el momento.
La noche en la mar del dolor. En el evangelio de Lucas encontramos un relato que puede iluminar nuestro espíritu en este comienzo de curso tan diferente. La llamada a los primeros colaboradores (Lc 5,1-11) está hecha en el contexto de una noche de trabajo baldío. La noche de los discípulos en el mar de Galilea es comparable a la mar del dolor provocado por el COVID-19. Cuántas noches sin dormir, con fiebre o sin ella, en la estricta soledad que impone el aislamiento en las habitaciones del hospital o de las residencias. Cuántas horas sin hablar, sin ser escuchados, sin ser abrazados ni besados… La oscuridad de aquella noche en la que no consiguieron nada es también nuestra noche.
El Señor no abandona la barca. El Señor que nos llamó y nos llama, sigue a nuestro lado. No abandona la barca en el momento de la dificultad. Son muchos los testimonios que nos llegan de personas que han atravesado la enfermedad confiados en Cristo, buen pastor. Dicen que ha sido su bastón, su apoyo, su fortaleza. Remad mar adentro nos vuelve a decir. Cuidad la interioridad, la oración, la escucha de la Palabra. El Maestro nos ayuda a mirar la realidad desde muchos ángulos. Desde el encamado, desde el profesional sanitario, desde el agente de pastoral de salud de hospital, desde el fraterno que no puede realizar visitas ni ser visitado…
La misión de FRATER: volver a echar las redes. Por todo ello, la misión de FRATER está más viva que nunca. Nuestro apostolado en el mundo de la enfermedad y la discapacidad está vigente. Es verdad que hemos de extremar las medidas de prevención del contagio del coronavirus porque hemos de cuidar nuestra salud y la del prójimo. También es verdad que nuestra razón de ser es evangelizar, navegar por estos mares hasta llegar a las personas y ofrecerles la buena nueva de salvación traída por Jesucristo. Estamos llamados a convertirnos en pescadores de hombres. Son muchos los que peligran, unos gritan, otros se cansaron y dejaron de hacerlo. Busquémoslos con astucia y coraje usando las nuevas tecnologías. Llevémosles la alegría del evangelio.
Escribo este editorial después de visitar como capellán de hospital a una enferma por Covid. Es catequista de mi parroquia y tiene 46 años. Esperando en el pasillo y vistiéndome el EPI sentía la misión de FRATER. La zona Covid del hospital es espejo de la noche en aquel lago. El Señor ha puesto palabras en mi lengua y en la de ella. En la habitación 136 estábamos presentes tres personas porque cuando dos se reúnen en tu nombre, Jesús, allí estás tú. Por tu palabra, echaré las redes.
Equipo General.